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Este capítulo marca para nuestra región un ítem importante:

Por primera vez, en la historia de nuestro Instituto, la fundación de la Región Chilena, que cuenta ya con tres casas, escuelas y unas treinta de religiosas, es constituida como tal con su Superiora Regional con encargos delegados por la Madre General y su consejo.

Un paso que permite a las casas Chilenas unirse bajo una dirección común, exponer sus problemas, unificar criterios, en una palabra sentirse unidas, apoyarse unas con otras en afecto y colaboración de una verdadera hermandad.

Sentir la presencia de la Madre General, representada en la Madre Regional, y trámite esta se unifican criterios y se transmiten más rápido, y se reciben también respuestas que nos hacen sentir un todo con el Instituto.

Como primera Superior Regional fue elegida Sor Maria Benjamina Angeloni.

En el febrero de 1969, tuvo lugar aquí en Santiago, la primera reunión regional y la Madre Alberta Federici, en su carta enviada por esta ocasión decía:” Esta reunión,...para nosotros que hacemos los primeros pasos, tiene una responsabilidad, porque marca el inicio de una tradición que tiene un fin preciso: Poner los cimientos de una estructura de organización disciplinar de toda la región, en el respeto absoluto a la Santa Regla, al Espíritu de los Fundadores, al programa conciliar interpretado en su genuino contenido...”

La región va tomando fuerza, se va afirmando y va creciendo en obras: las vocaciones aumentan... pero por causas que podríamos explicar como falta de madurez cristiana, sobre la cual construir después la vida religiosa, o por entusiasmo pasajero, muchas jóvenes no han perseverado. Han habido noviciados numerosos y prometedores...pero, como flor, al primer calor o viento, han cerrado la corola, impidiendo que el sol de la gracia divina fortificara su corazón y como el joven rico del evangelio han agachado la cabeza y se han vuelto atrás.

Para todas nosotras han sido momentos de gozos y desalientos, ver como el árbol se llenaba de flores, pero al primer viento primaveral caían sin dar el fruto esperado.

Esto fue un continuo interrogarnos, examinarnos, ver nuestra conducta, para buscar las causas, y probar otros caminos formativos, formular nuevos planes de formación.

Para todas nosotras, eran momentos, como dicho antes de gozo y esperanza, al ver jóvenes entusiastas que pedían ser miembros de nuestra Congregación, pero este gozo se convertía en pena y angustia, cada vez que una joven se iba, arrancando algo de nuestros corazones, porque las sentíamos ya como parte de nosotras mismas.

Muchas se han ido y perdido en el anonimato, pero, como en la parábola de los diez leprosos del Evangelio, uno volvió atrás a dar gracias al Señor, así algunas han vuelto agradecidas, por lo bueno y positivo recibido.

 




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Inicios de la
Congregación en Chile



CAPITULO GENERAL
1968

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R E C U R S O S - B E T T I N I A N O S

Historia Congregación en Chile (italiano)

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